Origen y evolución del castellano (página 2)
El latín es una de las lenguas itálicas,
grupo de
lenguas hermanas habladas en la península de este nombre
unos siglos antes de Cristo, variedades de una lengua anterior,
el itálico, la cual sólo conocemos a través
de sus hijas. El itálico, a su vez, era una rama del
antiquísimo tronco indoeuropeo. Todo lo que sabemos de la
lengua indoeuropea es también a través de sus
descendientes: Se conoce su existencia que hubo de ser en
época muy remota, anterior a los milenios a la
invención de la escritura por
las numerosas semejanzas que se descubren en una serie de lenguas
aparentemente muy distintas y hoy muy alejadas entre sí
geográficamente, semejanzas que sólo son
explicables suponiendo un origen común. Así se sabe
que, al lado del latín con toda su descendencia y las
otras lenguas itálicas, son indoeuropeas las lenguas
célticas tanto las que se hablaron en Hispania prerromana
como las que hoy perviven en las Islas Británicas, el
griego, el albanés las lenguas germánicas, y las
eslavas. Casi todas las lenguas de Europa
pertenecen, pues, como el latín, a la familia
indoeuropea. Dentro de este árbol genealógico, el
latín tuvo un destino muy singular. Empezó siendo
la lengua de una comarca en el centro de la Península
Itálica y llegó a ser, tras la expansión del
poderío
romano, la lengua del mayor imperio conocido en la
antigüedad. Hoy el latín vive, bajo distintas formas
de evolución, en Portugal, en España, en
Francia, en
Bélgica, en los extensos territorios adonde lo llevaron
los españoles, los portugueses y los franceses. Un hecho
religioso importante, el establecimiento de los pontífices
cristianos en la ciudad de Roma, dio lugar a una larga
pervivencia del idioma del Imperio romano
desde el Siglo III hasta nuestros días como lengua
universal de la Iglesia
católica.
También, la lengua latina
alcanzó un gran nivel literario bajo el influjo que la
gran cultura griega
ejerció sobre las clases letradas de Roma, y
sirvió como vehículo a una importante producción científica. Como
consecuencia de esto, mucho después de la
desaparición del Imperio romano,
una larga época de la cultura
moderna del Siglo XV al XVIII, recuperado el latín y las
obras maestras de la poesía
y del saber antiguo en él escritas, revitalizó el
estudio de este idioma y su cultivo, que ya venía de la
Edad Media,
como lengua universitaria y científica. Pero esta vida del
latín como lengua de la ciencia y
como lengua eclesiástica es completamente artificial, a
diferencia de la verdadera continuación que son las
lenguas
neolatinas, es decir, las "Nuevas lenguas latinas", que
también se llaman románicas o romances, y son: El
francés, el provenzal, el italiano, el retro
románico o romanche y el rumano, además de las
lenguas que ahora se hablan en la Península Ibérica
(a excepción del euskera)
El Nacimiento del
Romance
En ninguna lengua habla igual el nacido en una región
que en otra, ni un hombre culto
habla igual que un analfabeto, ni tampoco se habla igual que se
escribe.
Estas diferencias son más notables en unas lenguas que
en otras. Y en el latín eran mayores que lo son en el
español de
hoy. Se llama latín vulgar la forma hablada por el pueblo
de Roma y de las diversas provincias y colonias. Y es este
latín, y no el usado por los escritores latín
clásico, el que fue evolucionando poco a poco en todos
esos territorios hasta llegar a las actuales lenguas
románicas.
Pero el latín vulgar presentaba modalidades distintas
según los lugares.
La fecha del comienzo de la conquista de
un territorio determinaba que en su lengua tuviese rasgos
más arcaicos, o más modernos. Otro factor
influyente era la procedencia de una región u otra
itálica que predominase en los soldados que ocupaban el
país. Otro era la mayor o menor distancia, la mejor o peor
comunicación con la metrópoli. Otro
era, naturalmente, la lengua nativa de los habitantes sometidos,
que introducían algunos de sus hábitos de
pronunciación y parte de su vocabulario en el latín
que ellos hablaban.
Pero al llegar el Siglo V, la invasión de todas las
provincias romanas de Occidente por los pueblos
germánicos, aisló cada provincia de las
demás y fue tomando más fuerza el
latín hablado en cada una de ellas.
De todos modos, en los lugares dónde más
influencia habían tomado la lengua y la
civilización latina, fueron éstas abrazadas por los
conquistadores. Hispania fue uno de los sitios dónde
ocurrió esto. El pueblo germánico que más
fijamente se afincó en las Península, los
visigodos, aunque no abandonó muchas de sus costumbres, se
romanizó bastante, sobre todo a partir de su
conversión al catolicismo.
Pero esta mezcla de dos culturas tampoco se pudo realizar sin
la marca
germánica en el idioma.
Por otra parte también era inevitable que los hispanos
romanos adquiriesen, no sólo usos nuevos, sino
también voces nuevas.
En realidad, ya antes de las invasiones del Siglo V el
latín general del Imperio había tomado de los
germanos algunas palabras que aun viven en las lenguas
románicas. A ellas se unieron en la Península otras
en la época de los visigodos.
Durante la época visigoda se inició en Hispania
el crecimiento del vulgarismo en el latín hablado en ella,
como consecuencia de los dos factores que favorecieron en toda la
Europa romana
invadida por los germanos: descenso de nivel cultural y
aislamiento. Pero no sólo se produce una evolución respecto al latín
clásico, sino que sigue diferentes caminos según
las regiones. A partir de ahora se puede hablar de la existencia
de unos dialectos del latín hispánico. Es el
nacimiento de las lenguas romances de la Península.
Sin embargo hasta pasados varios siglos no se aclaran
suficientemente los distintos dialectos. Alrededor del año
95O, dos tercios de la Península están en poder de los
musulmanes. En
todo Al Ándalus la lengua oficial de los dominadores, el
árabe, hablan su latín vulgar.
Como estos hispanos que habitaban en territorio árabe
se llamaban mozárabes, mozárabe es el nombre que se
da también a su lengua. En ella están redactados
los primeros textos literarios en lengua romance: las
jarchas.
El mozárabe, fue desapareciendo poco a poco a medida
que sus hablantes, al avanzar la Reconquista, eran incorporados a
los reinos cristianos
del Norte y adoptaban su lengua, que eran otros romances.
Los romances avanzaron hacia el Sur a medida que los
territorios se expandían. Uno de estos romances
será el que dará lugar al Castellano.
El Castellano, el dialecto de un pequeño rincón
de la frontera
oriental del reino leonés, zona militar batida por los
asltos de los musulmanes, empezó siendo un bárbaro
lenguaje que
motivaba las risas de los cortesanos de León. Castilla,
primero condado dependiente de los reyes leoneses, después
estado
soberano, asumió la iniciativa de la Reconquista en la
Meseta y acabó sometiéndose políticamente a
León.
El dinamismo castellano no sólo avanzó hacia el
Sur musulmán, sino que desplegó su influencia sobre
el Oeste y el Este cristiano.
Del Castellano al
Español
La primera noticia que se tiene de la existencia de un
dialecto castellano corresponde al Siglo X. Era al principio
sólo el dialecto que se hablaba en unos valles al Nordeste
de Burgos, lindantes con la región cantábrica y
vasca.
¿Cómo creció desde su humilde cuna hasta
llegar a ser una de las grandes lenguas del mundo? La
situación de aquella primera Castilla, tierra de
fortalezas, línea defensiva de los Reyes de León,
expuesta constantemente al peligro enemigo moro, constituida por
gentes que no se sentían ligadas a una tradición
romano visigoda, dio a los castellanos un espíritu
revolucionario, que se reflejó en su política, costumbres
y lenguaje.
El dialecto castellano presentaba una personalidad
muy marcada frente a los otros dialectos peninsulares. Se formaba
en una zona más débilmente romanizada que los
otros, y por eso estaba más vivo en el recuerdo de viejas
lengua.
Mientras en el romance de otras regiones pesaba una fuerte
romanización, en el castellano, que nacía en una
tierra agreste y malamente comunicada, no se sentía ligada
a ninguna regla ni tradición que perjudicara su
evolución. Esta es la explicación de sus
innovadoras características frente a otros dialectos.
A medida que Castilla aumentaba su poder político y la
Reconquista avanzaba, el castellano se enriqueció con
numerosos vocablos. Esto debió ocurrir sobre todo con el
mozárabe, vía de penetración del ingrediente
de originalidad del castellano frente a los idiomas
rómanicos de fuera: El arabismo.
La presencia en la Península de los musulmanes durante
más de ocho siglos había de dejar necesariamente la
huella de su lengua. El mayor peso de la influencia árabe
debió darse en los primeros Siglos de dominación
cuando su cultura era increíblemente superior a la
pobrísima de los reinos cristianos. Todavía hoy,
numerosas palabras del árabe dan a nuestra lengua un matiz
exótico. Se ha calculado en un 8% el total de arabismos en
nuestra lengua.
De este se deduce la doble acción
llevada a cabo por el Castellano:
1º. Acción disgregadora: Presentaba
muchísimas particularidades que producían una
desigualdad con los demás romances.
2º. Acción integradora: Adaptaba a su caudal
léxico vocablos procedentes de otras lenguas a las que se
sobreponía.
Esto era consecuencia del desarrollo de
Castilla como potencia
política. Pero la consecuencia más importante fue
la creación de una "Forma literaria" del castellano,
transformando éste dialecto en una verdadera lengua.
Este cambio puede
fecharse en el Siglo XIII. Hasta entonces sólo
existían los Cantares de Gesta el Cantar del Mío Cid
difundida en una lengua que buscaba una unidad, ya que estos
cantares se difundían por todas las regiones. Este
lenguaje de los Cantares de Gesta fue el primer paso hacia el
establecimiento del castellano.
Pero el momento decisivo de la unificación y
fijación del castellano llega en el reinado de Alfonso X
el Sabio. Las obras literarias y científicas concebidas en
su corte eran de carácter culto, pero en lugar de ser
difundidas en latín, se difundieron en castellano.
El hecho de utilizar el castellano como lengua culta, llevaba
consigo un enriquecimiento en el vocabulario y en los medios para
expresarse. A partir de aquí el castellano ya era un
instrumento útil de expresividad como lo demuestran los
dos siglos posteriores y una obra cumbre: La Celestina (1499)
Por ésta misma época (descubrimiento de América), Antonio de Nebrija había
escrito ya la primera gramática del castellano (1492)
Por estos años también se toma español
como sinónimo de castellano. Y, en efecto, fueron muchos
los escritores no españoles que utilizaron el
español en sus obras.
En el Siglo XVI y siguiente, se produce una de las cumbres
literarias del español. Son los años de los grandes
clásicos: Garcilaso de la Vega," El Lazarillo de Tormes ",
San Juan de la Cruz, Cervantes,
Lope de Vega, Góngora y Quevedo.
Los siglos posteriores han dado al español valores
literarios comparables a los clásicos.
Hoy, la lengua española es hablada por cientos de
millones de personas. Corre el riesgo de
fragmentarse en varios brazos. Si así fuese se
repetiría el mismo ciclo que con el latín, pero la
unidad entre los distintos países, es decir, un desarrollo
serio, aseguran la supervivencia del español.
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